¡El que lee un libro nunca está solo! Mi abuelo me repetía esto a cada rato, y según crecía me fui enamorando de la lectura. Suelo leer de muchos y diversos temas, casi cualquier cosa que caiga en mis manos y me encienda la chispa de la curiosidad.
Para mi leer un libro requiere de cierta ceremonia que me prepara para el acto mismo de entrar en contacto con la historia que voy a leer. En mi casa tengo un rincón preparado especialmente para leer. Tengo una cómoda butaca justo frente a una ventana por dónde entran los rayos de luz sin ningún problema, compartiendo espacio con la suave brisa que proviene del árbol del vecino. Cerca tengo una mesita dónde coloco un gran vaso con agua y alguito para picar, por si la lectura me provoca comer.
Cuando estoy en casa sola, sin nada que hacer y el aburrimiento me consume, un libro es la solución. Con los libros somos capaces de viajar a países lejanos, vivir aventuras ajenas, reír, llorar, emocionarnos, amar, odiar o simplemente vivir. Leer es un placer y una motivación de vida, al leer podemos motivarnos para hacer cosas maravillosas o simplemente para hacer cosas comunes para las que nunca hemos hecho el esfuerzo de comenzar.
Lo importante es que, realmente cuando leemos no estamos solos. Al concentrarnos en la historia y vivirla a través de las palabras, los personajes de esas páginas nos acompañan. Conozco gente que nunca en su vida han leído un libro porque quieran hacerlo, solo aquellos que nos obligan a leer en la escuela. No creo que sea casualidad que estas mismas personas siempre están aburridos y cansados de hacer las mismas cosas. ¡Ahora que los libros se pueden llevar hasta en tu celular, no hay excusa para no leer!
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