La limpieza es necesaria, tanto la higiene personal como la limpieza de la casa. El asunto es que como en todo en la vida, los extremos no son saludables. Tengo una amiga que es una maniática de la limpieza, y cuando digo maniática es MANIATICA. Cuando su hijo mayor era aún un bebé, recuerdo que no lo dejaba tocar el piso a menos que hubiera pasado mapo al piso al menos cuatro veces, con desinfectante. Jamás lo dejó jugar con otros niños con tierra, arena ni nada que pareciera no estar sanitizado. En su casa, barría y pasaba el mapo todos los días, si algo caía en el piso de la cocina terminaba limpiando la casa entera. Lavaba las ventanas todos los meses y la estufa y la nevera todas las semanas. Su casa, estaba tan limpia, que literalmente se podía comer en el piso. Visitarla era como entrar a un cuarto limpio, apuesto que la sala de operaciones de algunos especiales no está tan limpio como su casa.
Recuerdo que mi abuela siempre decía que toda esa manía con la limpieza no era saludable porque los bebes tienen que estar en contacto con un poco de sucio para que desarrollaran anticuerpos. Pues bien, para variar, mi abuela estaba en lo cierto.
Expertos en inmunología han revelado que el cada vez más reducido contacto con bacterias y parásitos está afectando la capacidad del sistema inmunológico de autorregularse. En la actualidad queremos ser tan limpios y usamos tantos jabones antibacteriales y productos desinfectantes que las alergias se han vuelto más severas y afectan a cada vez un mayor grupo de la población. Esto parece deberse a que tanta limpieza ha vuelto locas a las reacciones inmunes que se habían desarrollado previamente. En otras palabras, un poco de sucio, no solo no hace daño sino que nos ayuda a permanecer saludables.
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