domingo, 20 de marzo de 2011

¿Fueron tus padres exagerados?

Cuando mis hermanos jugaban béisbol en la pequeñas ligas yo iba a todos los juegos con mi papá.  Me acuerdo que me reía muchísimo con las jugadas de los chiquillos, pero más me reía con las ridiculeces de los padres.  Había que verlos discutir con el árbitro por cada jugada.  Más de uno de los pequeños beisbolistas no daban señales de ser precisamente un futuro Roberto Clemente, pero los padres parecían pensar que sus hijos estarían algún día en el Salón de la Fama.  


Los pobres niños optaban por ignorar los gritos de sus padres, aunque de vez en cuando, con sus miradas parecían pedirles que se callaran.  Si patético era escucharlos pelear con el árbitro, triste era escucharlos gritarles a los niños y exigirles más de lo que sus destrezas les permitían.  Todo era porque su orgullo personal les impulsaba a pedir más y más a sus hijos.  


No son los únicos, hay padres que obligan a sus hijos a tomar clases de canto, baile, piano, guitarra, etcétera sin preguntar si les gusta o no.  Otras veces exageran en querer ayudarlos y les pagan tutores o terminan haciendo ellos las asignaciones para que tengan buenas notas.  Me pregunto, ¿se detendrán por un momento a pensar que realmente les están haciendo más daño que bien?  Obviamente no, porque entonces no lo harían.   


Recuerdo también en mis años de escuela intermedia, había esta chica que vivía con su abuela y la señora la llevaba a la escuela y la esperaba sentada en un banquito hasta que saliera para luego acompañarla hasta la casa.  Lo hacía para cuidarla y protegerla de todos los riesgos posibles, ¡que exageración!  La cuidó tanto que nunca permitió que la chica desarrollara las destrezas para cuidarse a si misma.  


¿Qué pasa con los padres exagerados?  Sin duda quieren asegurar un buen futuro para sus hijos, cuidarlos y protegerlos de todos los posibles males y prepararlos al extremo para que sean exitosos en el futuro.  Pero como todo en esta vida, llega un momento en que mucho, es demasiado.  Hay que ayudar pero no hacerles el trabajo o no permitirles pensar o tomar decisiones por si mismos.  Hay que ayudarlos a desarrollar sus destrezas, pero no obligarlos a hacer aquello que ni les gusta ni  tienen talento.


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