martes, 28 de septiembre de 2010

Lluvia de nostalgia

Hoy, durante toda la tarde estuvo lloviendo y al caer la noche siguió lloviendo.  El ambiente estaba tan fresco que se me ocurrió cenar en la terraza y aprovechar de paso la terapia gratuita que me regalaba la naturaleza.  Es que para mi, el sonido de la lluvia siempre ha sido un calmante.  En mi vida adulta, la lluvia me ayuda para calmar mis nervios crispados por el constante ir y venir de las crisis diarias que vivimos todos los que trabajamos en un ambiente cargado por el estrés y el drama.

Me senté a saborear mi plato de comida, y al terminar me quedé viendo la lluvia caer.  Las gotas de lluvia van cayendo una tras la otra, sin prisa pero sin pausa.  Al caer, siguen sin error alguno la coreografía indicada y al chocar contra la primera superficie que encuentren en su camino producen ese sonido tan especial que me produce tranquilidad.  

Desde niña siempre me ha gustado detenerme a mirar las gotas caer, me encanta ver las plantas alegres danzando al ritmo de la música que produce la lluvia.  Los verdes parecen más verdes, los amarillos más amarillos, en fin cada color brilla con el reflejo de la luz en cada una de las minúsculas gotas.  Mientras miraba toda esa escena, echaba mi imaginación a volar.  Creaba historias en mi mente, fantaseaba con mi futuro, analizaba mi agitada vida de niña, en fin me iba en un viaje que solía terminar cuando mis padres o mis hermanos gritaban preguntando dónde estaba.

Según fui creciendo mi fascinación con la lluvia no terminó, tan solo se transformó.  Como solía suceder antes de la era de las computadoras, el internet, facebook, you tube, consolas de videojuegos, iTunes, iPhones y otros; mis hermanos y yo siempre estabamos afuera jugando con los otros chicos de la calle.  Jugábamos a las escondidas, al gato y al ratón, béisbol con un palo de escoba y una bola de goma, baloncesto usando un aro pegado al poste, corríamos bicicleta y otras tantas cosas que nos mantenian activos, y alejados del sobrepeso que atormenta a los niños de hoy.  Cuando llovía, todos corríamos a nuestras casas.  

Entonces los juegos cambiaban, dejábamos los deportes y nos inventábamos torneos de juegos de mesa.  Los favoritos eran Scrabble, Connect Four, Operation y por supuesto a veces los cambiabamos por nuestros videojuegos favoritos:  pacman y space invaders.  A pesar de que me encantaba jugar afuera, los días de lluvia me fascinaban porque nos daban la oportunidad de jugar en familia.  Afuera, era la ganga completa, medio barrio unido; adentro solo eramos mis hermanos y yo.  Esa unión especial, esa complicidad entre mis hermanos y yo creció y se desarrolló en esos días de lluvia cuando jugábamos sin parar solo nosotros.  

Las noches lluviosas también tenían su encanto especial.  En casa, lluvia nocturna significaba películas, chocolate caliente y pan calientito con mantequilla y queso de bola.  Asi que mientras llovía, todos nos montabamos en el carro para ir al video a escoger la pelicula para luego ir a la panadería para comprar el pan y el queso.  Una vez en la casa, tan pronto el chocolate y nuestros respectivos pedazos de pan estaban listos, nos acomódabamos todos frente al televisor para ver nuestra pelicula.  Todos nos sentabamos en el mismo sofá, asi que al terminar nuestro banquete, terminabamos arropadados por la misma frisa, hasta terminar de ver el estreno del día.

Recordé todo esto mientras veía la lluvia caer y me di cuenta que todavía hoy día me voy en un viaje cuando me siento a ver este espectáculo.  Cuando regresé de mi viaje, tenía una sonrisa en mis labios y me sentí tranquila y feliz, con la satisfacción de saber que acababa de vivir uno de mis mágicos momentos de tranquilidad.  Ahora, tengo que añadir una más a la lista de cosas que hacer durante la lluvia, recordar.  La lluvia de nostalgia de esta noche, me trajo a la memoria tiempos felices, tiempos que de alguna manera moldearon a la persona que soy hoy día y al recordar todo el estrés del día de trabajo se fue escurriendo junto con las gotas de agua que empezaban a caer sobre mis piernas.  

Con el frío del agua, desperté nuevamente de mi viaje, Uhm! creo que tengo salir de mi casa nuevamente; por alguna razón tengo antojo de comer pan de manteca con mantequilla y queso de bola acompañado de una buena taza de chocolante caliente. 




2 comentarios:

  1. Me encantó tu relato. Me hizo recordar otros tiempos pasados, tiempos felices cuando la nostalgia de lluvia no era nostalgia. Cuando veía llover al calor del hogar, sentado en el sofá, viendo la tele junto a mis hijos y mi mujer

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu visita Calipso. Me gusta que te haya encantando mi relato.

    ResponderEliminar