sábado, 22 de enero de 2011

¿Intuición o razonamiento?

Ya me conocen, me dejo llevar más por la intuición que por la razón.  No se por qué siempre pierdo el tiempo rompiendo cada cosa en mil pedacitos para luego volverla a armar si al final siempre me dejo llevar más por lo que dice mi sexto sentido que por lo que me dicta la razón. 


Yo no se si es correcto decir que es un sexto sentido, pero cómo soy mujer y se nos atribuye tener este sentido especial pues me he acostumbrado a llamarlo de esa forma.  Una amiga insiste en que son los ángeles hablándonos en el oído, susurrándonos lo que tenemos que hacer.  Obviamente, me llega rápidamente a la memoria el recuerdo de la imagen de Pedro Picapiedra o el gato Tom con el angelito y el diablito hablándoles al oído.


La doctora Feggy Ostrosky, directora del Laboratorio de Neuropsicología de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, acaba de publicar un artículo sobre la intuición en la revista Quo.  En el mismo se habla de que  el cerebro hace una selección de la información recibida a través de todos los sentidos, filtra únicamente aquella que sea necesaria para la tarea que estamos realizando, pero absolutamente toda la información es procesada.  Nosotros solo estamos conscientes de lo que pasó por el filtro, pero nuestro inconsciente contiene toda esta información que es relacionada con las emociones.  


Se sabe que los hombres usan de forma predominante el lado izquierdo del cerebro relacionado al pensamiento racional.  Las mujeres en cambio, usan ambos hemisferios, el izquierdo, y el derecho, el cúal está relacionado a las emociones.  Ambos hemisferios se comunican mediante un área de fibras nerviosas que son más densas en las mujeres por lo que facilitan la comunicación entre ambas áreas. Por eso es que el llamado sexto sentido se dice es asunto de mujeres.


¿Cómo reconocer que el sexto sentido te habla?  Fácil, ocurre cuando te llega un pensamiento que no tiene nada que ver con lo que estas haciendo.  En ese momento es mejor prestarle atención pues aunque suene exagerado te puede salvar la vida, o al menos ahorrarte un disgusto. 




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