Mientras veía los reportajes sobre los mineros sobrevivientes de la mina San José en Chile, me recordé de Francisco, un chico con quién estuve saliendo por un tiempo. Fran se caracterizaba por su sentido del humor y espíritu de lucha, trabajador y estudioso, disfrutaba tanto mis conversaciones con él que aún cuando nuestra relación amorosa no funcionó, seguimos siendo amigos. Francisco vive en California por lo que no nos vemos tan seguido. Entre toda la gente que conozco, el temple que ha demostrado en tiempos difíciles me dice que solo él podría sobrevivir a una experiencia similar.
Todos tenemos defectos y el de Fran es ser demasiado sincero. Este hombre es una de esas personas que no tiene filtro, por lo que es común que diga lo que piensa, asunto que obviamente le ha traido muchos problemas. Uno de esos fue con su media hermana, quién se destaca además por tener el "cuero finito", o sea no soporta críticas. Cuando estos dos seres están juntos, mi corazón siempre está al borde de un ataque porque esa explosiva combinación raras veces no detona cúal bomba nuclear. No hace mucho Fran visitó Puerto Rico de vacaciones y en una de tantas reuniones familiares Fran y su hermana empezaron a vacilarse uno al otro, el tono del juego iba subiendo poco a poco hasta que terminaron discutiendo. De repente Fran le comentó a su hermana que se disfrutara la vida y se olvidara de tanta amargura lo que ella contestó con: "¿Cuando te vas? ¡Estoy loca porque acabes de montarte en un avión y te largues y no vuelvas nunca más!". Su voz denotaba toda la rabia y coraje que sentía por dentro.
Olvidé mencionar que Fran está gravemente enfermo. ¿Mencioné que su probabilidad de vida al momento del incidente era de unos 18 meses? Un pequeño detalle desconocido para su hermana. Ante ese cuadro, era muy posible que efectivamente una vez regresara a su casa, no volvería nunca más. Al sol de hoy, casi un año después de aquel evento, su hermana se niega a hablarle porque él la humilló frente a otras personas. Todavía ella sigue sin saber la realidad de la enfermedad de su hermano quién obstinadamente se niega a decirle la verdad porque no quiere reacciones falsas.
He escuchado decir a varios familiares de los mineros que por motivo de esta segunda oportunidad que les da la vida para compartir con sus seres queridos, van a decir las cosas que nunca antes dijeron: cuanto los quieren, cuanto quieren recuperar el tiempo perdido. Hay quién dijo que buscaría ese perdón que nunca antes tuvo valor de buscar. Entonces me pregunto qué haría la hermana de mi amigo si supiera que tal vez no tenga mucho tiempo para buscar esa conversación tan necesaria. ¿Querrá ella que al morir su hermano el último recuerdo que ella guarde de su hermano sea cuando le gritó que se fuera y no volviera? Por otro lado, ¿querrá mi amigo morir sin haber conversado con su hermana? El perdón es para quién lo da, no para quién lo recibe. Probablemente la segunda oportunidad hay que fabricarla, el más valiente será el que construya ese puente.
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