En la época navideña se escucha mucho decir que es tiempo para perdonar y reconciliarnos con aquellos de quienes hemos estado alejados. Es algo que repiten constantemente, celebramos el nacimiento del Niño Jesús, ese que siendo adulto dió su vida por nosotros. Por eso se supone que nos olvidemos de los rencores y amarguras y vivamos en la fe y el amor. Perdonar es algo que se dice fácil pero de ninguna manera se hace fácil.
Hoy me levanté pensando en lo difícil que resulta perdonar, sobretodo, perdonarnos a nosotros mismos. Según va pasando el tiempo, los conflictos que se dejaron sin solucionar pueden ir alimentando un fuerte sentimiento de amargura que poco a poco va consumiendo a quién la siente. ¿Será posible que esa pena o disgusto que sentimos sea una forma de castigarnos a nosotros mismos porque sentimos que somos de alguna forma culpables de algo que sucedió? ¿Es acaso una forma de autodestrucción porque no nos sentimos capaces de hacer las cosas que queremos? ¿Será miedo?
Un evento traumático que sucede frente a nosotros o directamente con nosotros, puede convertirse en una fuente de culpa aun cuando no tengamos responsabilidad alguna por ello. ¿Por qué las víctimas de violencia doméstica se quedan calladas? Generalmente el silencio es producto del miedo, pero también puede ser producto de un sentimiento de culpabilidad sembrado por el agresor. El victimario, tiene muchas veces la facilidad de hacer creer a su víctima que la culpa de lo que pasa es de ella, tanto se lo repiten que terminan creyéndoselo. Para salir del ciclo es importante el perdón, hay que empezar por perdonarse a si mismas, perdonarse el silencio, perdonarse el no haberse defendido, el no haber luchado desde antes para salir de esa relación tóxica y peligrosa.
También están las personas que son muy exigentes consigo mismas, buscan ser exitosos en todo lo que hacen y cuando fallan se juzgan duramente. Si las cosas no salen como quieren se echan la culpa automáticamente sin pensar que quizás no tienen responsabilidad alguna y terminan castigandose a si mismas. Lo mismo sucede cuando sentimos culpabilidad por algo sucedido en el pasado, nos castigamos y ese castigo puede estar disfrazado de un trabajo 24-7 que se convierte un un refugio para no pensar o no afrontar los verdaderos problemas.
Es importante aprender a reconciliarse con un mismo, aceptar nuestras culpas reales y luchar para reivindicarse. Tenemos que aprender a perdonarnos a nosotros mismos. Ese perdón será la llave que abra la puerta hacia un nuevo futuro sin cadenas de amargura que arrastrar. Luego de reconciliarnos con nosotros mismos el camino estará libre para perdonar a los demás.
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