sábado, 11 de diciembre de 2010

¿En serio quieres ir a un centro comercial?

Hay un asunto que en Navidades y siempre me causa dolor de cabeza, no me gusta ir de compras.  Es raro, nadie espera que una mujer odie los centros comerciales, pero asi soy yo, siempre llevando la contraria.


En la temporada navideña la cantidad de personas en los moles se multiplica y con ello mi incomodidad para ir a cualquiera de ellos.  El primer disgusto es buscar estacionamiento, no importa la hora siempre parece que están llenos y obviamente todos quieren estacionarse cerca de la puerta.  Cuando luego de dar mil vueltas por el estacionamiento encuentras dónde estacionarte, entrar al interior del mall con la misma cara de reo que va a la horca.  


Es imposible caminar por cualquiera de estos moles, sin chocar con la gente alrededor.  Algunos, caminarán tan de prisa que van a golpearte y seguir su camino sin pedir disculpas, como si no hubiera pasado nada.  De repente, unos niños pasarán corriendo y te tumbarán los paquetes que llevas en las manos y acto seguido sentirás que te van a explotar los oídos cuando su madre les grite como una demente que se estén quietos.  Por supuesto que también te corres el riesgo de que cuando la desesperada madre intente soplarle una pescozá, te de a tí.  Otra dulcura son los pisotones o cantazos en los tobillos que te van a dar con los cochesitos de bebé, los cuales lógicamente irán cargados de paquetes mientras el abnegado padre va cargando a la criatura que de seguro va llorando a todo pulmón porque está asustado con tanto ruido alrededor.


Dentro de las tiendas el ambiente no es mucho mejor, todos parecen ponerse de acuerdo para antojarse de lo mismo y comprarlo en la misma tienda.  Algunos hasta pelean por el último artículo que quede y los pobres empleados se quedan mirando con cara de idiotas mientras los clientes deciden quién se queda con el mismo.  Después de sobrevivir al ataque de los compradores impulsivos y lograr sortear toda clase de obstáculos (de seguro hay un chorro de cajas y cosas tiradas en el suelo), llegas hasta la caja registradora.  Seguro te toca hacer una fila monumental, puede que la cajera sea nueva pero lo más seguro es que el problema sean los clientes.


Vas a encontrarte con gente que después que la cajera escanea el artículo, decide que no lo quiere o que quiere otro.  Entonces hay que esperar por un supervisor que autorice a borrarlo del registro de venta o que se lo busquen en otro color o tamaño.  Puede que el caso sea que la persona sea de esos seres en peligro de extinción que todavía pagan con efectivo, y esperan a que la cajera le diga el total para abrir la cartera y empezar a contar el dinero.  Insisten en pagar la fracción de dólar con monedas para evitar cambiar un billete y para eso, casi vacian la cartera.  Otro caso común, son los que al pagar no pueden hacerlo con una sola tarjeta sino que usan 2 ó 3 tarjetas diferentes.  El bochinche es dividir el total entre todas y hacer no una sino 2 ó 3 transacciones. 


Comprar regalos para tus seres queridos siempre es difícil, pero hacerlo en esta época es sin duda todo un reto para la paciencia y la salud mental de gente que cómo yo, odia ir de compras.  Para mi, comprar en estos días es el mayor reto de todo el año y sin duda una de mis mayores pruebas de amor a mi gente.  


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