jueves, 2 de diciembre de 2010

Pastillas de la Felicidad

¿Recuerdan aquel personaje del veterano que hacía Juan Manuel Lebrón?  Era un veterano que al referirse a las pastillas que tomaba las llamaba las verdes, amarillas y colorás.  Todavía hoy día se usa comúnmente la frase para referirse a todo tipo de pastillas pero especialmente a aquellas relacionadas a problemas sicológicos.  Hay personas que no pueden vivir si no se toman sus verdes, amarillas y colorás a diario, yo las llamo las pastillas de la felicidad.


Conozco una persona que desde hace años está visitando un siquiatra porque padece de una depresión severa que suele estar acompañada de ataques de ansiedad.  Por tal razón bebe al menos dos tipos diferentes de pastillas.  Desde hace tiempo vive en una montaña rusa emocional y cada vez que cae en un bache, se encierra en su casa por días.  Este encierro domiciliario temporero tan solo es un evento pico de su habitual distanciamiento emocional.  Cada vez que le preguntes a esta chica cómo se siente, te hará un recuento de todos sus males físicos y luego te contará sobre todos los problemas que tiene en el trabajo. Ella vive alejada de todos sus amigos y de su familia, incluso del mundo pues no tiene televisor ni internet, ni lee, no sabe lo que pasa alrededor, más bien no le interesa. 


Normalmente, cuando tenemos problemas buscamos la manera de resolverlos pero ella no, tal vez espera que con las pastillas que bebe los problemas desaparezcan.  Cuando estamos tristes o alegres los humanos buscamos alguien con quién compartir nuestras emociones pero ella se aleja de todo el mundo y no permite que la ayuden.  La distancia que pone entre ella y sus amigos y familiares es tan amplia que se necesitaría uno de los puentes más largos del mundo para llegar a ella.  ¿Causan los medicamentos el que las personas se distancien emocionalmente? No lo se, pero una de dos, su alejamiento es causado por las pastillas o por la depresión que se supone que las pastillas le deben curar.


Pero ese no es el único problema, tan acostumbrada está a las pastillas que las toma por cualquier motivo.  Además de las verdes, amarillas y colorás diarias, toma pastillas para el dolor de cabeza, para el dolor de espalda, relajantes musculares y pastillas para dormir.  Ya no se si realmente las necesita, si es hipocondriaca o si está adicta a las pastillas recetadas.


Lamentablemente como ella, hay muchas personas que buscan remedio a sus problemas diarios en las pastillas, incluyendo adolescentes y adultos jóvenes.  En ocasiones, los doctores recetan más y más pastillas sin fijarse si el tratamiento es efectivo o no.   Otras veces las personas buscan cómo engañar a los doctores o incluso a la familia.  En estos casos crear un frente de apoyo al paciente es importante, a veces necesitamos una mano amiga para poder salir del hoyo.  Si tenemos esa red de apoyo, lo que hace falta es voluntad para querer salir de ese círculo vicioso.  Si lo que la persona está haciendo no le está ayudando, entonces hay que cambiar de tratamiento, o de doctor.  Cambiar es bueno, sobretodo cuando al hacerlo cortamos la distancia emocional entre nosotros y nuestros seres queridos, las pastillas de la felicidad no existen, son solo un mito, la felicidad está dentro de nosotros.  


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